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Estamos pensando…

Tu jefe, un aliado en las dificultades

Si hay algo que me enfurece, es que me dejen en banda”, dice Laura, quien lidera un proyecto de mejora continua en su área de trabajo. “Hace 15 días, le pedí a Joaquín que preparase una presentación con los avances de nuestro proyecto para mostrar en la reunión mensual. Hoy, a cuatro días de la presentación, me entero de que todavía no lo hizo. Y me entero… porque fui y le pregunté. Eso es lo que más bronca me da. No solo que no hizo lo que le pedí, sino que no me haya avisado. Cuando delego una tarea, confío en que esa persona la va a hacer. Si me hubiera dicho antes que no podía, lo hubiera entendido y le habríamos buscado juntos alguna vuelta. A esta altura, sus excusas no me sirven de nada, y además me enojan. Es una gran desilusión. Era muy importante para mí que la presentación fuera excelente. Ahora ya es tarde. Vamos a tener que hacer todo a los ponchazos. Y aunque trabajemos el fin de semana y logremos terminar a tiempo y con la calidad que pretendo, siento que Joaquín me falló, que ya no puedo confiar en él.

Joaquín, por su parte, cree que Laura está siendo injusta: “Tenía otras tres tareas que Laura me había asignado como prioritarias. No tenía idea de que esta presentación era tan importante, creo que ella me tendría que haber avisado justamente eso”.

¿QUIÉN TIENE RAZÓN?

Es posible que las razones que alega Joaquín sean valederas. Laura quizá no se haya dado cuenta de que había agregado otra tarea a la ya cargada agenda de su colaborador. Sin embargo, desde el momento en que Joaquín aceptó hacerse cargo de la presentación, la pelota quedó de su lado de la cancha. Y dejarla caer fue su decisión, una decisión unilateral. No le hizo saber a Laura de su imposibilidad de cumplir ese encargo sin soltar alguna de las otras tareas. No le preguntó cuál era el orden de importancia ni la relevancia o las consecuencias de no hacerla a tiempo. Tampoco le pidió ayuda.

Como directora del proyecto, Laura necesita saber qué puede esperar del otro. Si Joaquín le hubiera anticipado sus dificultades, si la hubiera involucrado a tiempo, habría encontrado en ella a una aliada en estado pleno de comprensión, flexible para renegociar y brindar apoyo. Por dejar la tarea en remojo, por no avisar y dejar a su líder con poco margen para actuar, Joaquín ahora tiene que enfrentarse a una Laura enojada e inflexible.

“El que avisa no traiciona”, dice el refrán. Nadie es infalible. Te puede pasar que se te complique cumplir con todo. Y también acá hay otro refrán que aplica: “Mejor prevenir que curar”, porque dejar en banda al otro es una herida en la confianza que cuesta mucho reparar, y aun así, las cicatrices quedan. Por eso, antes de decidir por tu cuenta qué pelota no vas a devolver, cuidá la relación. En definitiva, se trata de hacerse cargo de mantener el juego con responsabilidad, madurez y profesionalismo. .

¿Y vos…? ¿En quién confiarías si tenés un problema con un integrante de tu equipo?